03/06/2012
Ayer se cerró otro día de incertidumbre y rumores de rescate, mientras la
economía española se resiente de los continuos vaivenes y nadie da una respuesta
que disipe los temores. No obstante, empiezan a aclararse las metas a medio y
largo plazo, orientadas inequívocamente hacia una Eurozona con normas
financieras y fiscales comunes, que palíen los errores que se cometieron en el
nacimiento de la unión monetaria y cuyas consecuencias padecemos todos.
Parece clara la necesidad de una política monetaria y fiscal común, cuyas
derivadas, entre otras, serían la supervisión centralizada del sector
financiero, la disposición de ayuda directa a las entidades financieras y la
creación de un fondo de garantía de depósitos europeo. El gobernador del BCE
abogó ayer directamente por la creación de un fondo europeo para ayudar a los
bancos en apuros. Sería una solución muy adecuada para las dificultades que
atraviesa España, pero no hay tiempo porque esto tardará años en llevarse a
cabo.
Ahora nos urge arreglar el problema del sector financiero, después de que el
tratamiento del caso Bankia haya acelerado y abierto definitivamente la caja de
los truenos. Hasta el punto de que los expertos y el mercado dan ya por
descontado que estamos abocados a un rescate sectorial. Las dudas ahora se
centran en si este rescate acabará afectando también al Estado e, incluso, si
puede desembocar en una intervención. La diferencia entre ambos conceptos es
sutil pero muy importante.
Un rescate es una ayuda que implica recibir auxilio financiero, a cambio del
cumplimiento de unos requisitos acordados entre los técnicos y autoridades de
los organizamos internacionales -UE, FMI y BCE- y los del país en cuestión. Si
se produce un rescate sólo de entidades financieras, las condiciones que se
impongan afectarían en su mayor parte a ese sector.
En el caso de una intervención al Estado la tutela es superior y afecta a la
política fiscal y financiera. Los ejemplos son Irlanda o Portugal. Una
intervención, como ha sucedido en Grecia, implica pérdida de soberanía. La
troika (BCE, UE y FMI) controla la aplicación y ejecución de las medidas
decididas desde fuera. Aun sin que se dé esta situación extrema, la pertenencia
a la eurozona exige compromisos y cesión voluntaria de parte de la
soberanía.
España
es demasiado grande para ser rescatada; hacerlo supondría un auténtico golpe
contra el euro y comprometería muchos recursos del FMI y de la eurozona. Sin
embargo, mantener la situación actual es tener activada una bomba de relojería.
Rajoy, aunque todavía lo niega en público, va a solicitar un rescate para el
sistema financiero y ya se han iniciado conversaciones con la UE. La
vicepresidenta viajó ayer a Washington a entrevistarse con Christine Lagarde y
Timothy Geithner. Esta reunión con la directora del Fondo y el secretario del
Tesoro de EEUU -aun cuando estuviera concertada desde hace tiempo- se interpretó
en medios internacionales como un paso previo para la negociación de un préstamo
del FMI a España.
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